Lulismo a cámara lenta por Fernando Rugitsky y Andre Singer
Un año después del regreso de Luiz Inácio Lula da Silva al poder es posible hacer una evaluación preliminar de su estrategia de gobierno ante el enfrentamiento protagonizado por las distintas clases sociales. Tras su elección en octubre de 2022 a la cabeza de una coalición heterogénea que esperaba proteger la democracia brasileña del bolsonarismo, el presidente reeditó el planteamiento lulista clásico: concesiones al por mayor a la burguesía junto con medidas al por menor para beneficiar a las masas.
Cuando Lula asumió la presidencia por primera vez hace dos décadas, esta combinación de pactos con las élites y reformas graduales era a la vez innovadora y preocupante. Lula se negó a romper con el legado neoliberal de su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, pero luchó por elevar el nivel de vida de la mayoría empobrecida básicamente mediante la ampliación de las transferencias monetarias a través del programa Bolsa Família, la extensión del crédito barato y la aprobación de aumentos regulares del salario mínimo en términos reales. Este programa social mejoró la vida de la mayoría pauperizada sin confrontar los fundamentos del orden neoliberal y aseguró la reelección de Lula en 2007 y ocupó un lugar central en su campaña para 2022. Queda por saber si esta política puede sostenerse en el futuro de modo viable.