En la Alemania actual, cualquier intento de situar la guerra ucraniana en el contexto de la reorganización del sistema de Estados global tras la desaparición la Unión Soviética y del proyecto estadounidense de “Nuevo Orden Mundial” relacionado con la misma resulta sospechoso.
Al adoptar el occidentalismo, la izquierda verde europea puede esperar, por una vez, no sólo estar en el lado correcto, sino también en el lado ganador. Por supuesto, para que la gente de a pie permanezca al lado de su bandera hay que idear «narrativas» eficaces para convencerles de que el pacifismo es una traición o una enfermedad mental. También hay que hacer creer a la gente que, a diferencia de lo que dicen los derrotistas para minar la moral de Occidente, la guerra nuclear no es una amenaza: o bien el loco ruso resultará no estar lo suficientemente loco como para seguir con sus delirios, o bien, si realmente no se detiene, los daños seguirán siendo locales y, por consiguiente, limitados a un país cuyos hombres y mujeres, como nos asegura cada noche su presidente en la televisión, no tienen miedo de morir tanto por su patria como,en palabras de von der Leyen, por «la familia europea», la cual, cuando llegue el momento, les invitará a entrar con todos los gastos pagados.
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