¿Crisis financiera a cámara lenta? por
La hegemonía financiera murió por primera vez en la crisis de 2008. Desencadenada por el sobreendeudamiento de los prestatarios pobres estadounidenses, el cataclismo demostró que las promesas hechas en la increíble complejidad de los productos financieros no eran más que fantasías insostenibles, totalmente desconectadas de la capacidad real de nuestras economías para producir riqueza. Como si, dicho con las palabras de Karl Marx, el dinero pudiera «producir intereses del mismo modo que está en la naturaleza del peral producir peras».
La reacción en cadena que siguió a la quiebra de Lehman Brothers puso fin al mito de la autorregulación de los mercados financieros. Incapaz de sostenerse a sí mismo, el sector financiero tuvo que abandonar su pretensión de ser la instancia totalizadora de la vida económica, el lugar donde las preferencias y los recursos presentes y futuros se ajustarían armoniosamente. Sin embargo, el sector financiero ha seguido ocupando hasta el día de hoy la cima de la jerarquía de nuestra organización social. En los estertores de la gran recesión, en medio de las turbulencias de la crisis de la Eurozona o durante la pandemia de la covid-19, los poderes públicos no han dejado de dar prioridad a la estabilidad financiera.