Una ola de indignación parece sacudir las buenas conciencias del mundo, según se puede leer en los grandes medios de comunicación, al conocerse la noticia de que en el Parlamento somalí se debate una ley que legitimaría los casamientos entre adultos y menores. Si bien la ley podría hacer fracasar los
esfuerzos de muchas agencias internacionales y ONG por impedir este tipo de práctica, se necesitará mucha energía y tiempo, fundamentalmente, para que estas clases de uniones, una costumbre ancestral por otra parte, puedan extinguirse, ya que casi un cincuenta por ciento de las jóvenes son entregadas en estas clases de matrimonio antes de cumplir 18 años, previo pago a la familia de la novia de una dote que consiste en ganado o dinero. Dado el marco de situación que vive el país: guerra contra el terrorismo, pobreza, epidemias y sequías, sumado a los estándares de pobreza más altos del mundo, esta parece ser la única salida antes de que deban emigrar, en muchos casos para prostituirse en algún tugurio de Europa, o mucho peor embarcarse rumbo al barrio de Basateen, en el puerto yemení de Adén, plaza hoy ocupada por una guerra genocida, que era utilizada como trampolín para llegar a alguna de los ricas monarquías del Golfo Pérsico, para conchabarse de sirvienta o seguir en el oficio. Aunque esa opción está prácticamente clausurada desde el 2015, tras el inició de la guerra que declarada por Arabia Saudita.
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