Estamos asistiendo a una crisis de tonos militares particularmente peligrosa porque viene presidida por la general inestabilidad de todos sus actores. Un ejemplo, el Presidente Biden, el 20 de enero. Con su prestigio en horas bajas, la posibilidad de que su presidencia sea un “paréntesis entre dos Trumps” , a un año de aquellos insólitos sucesos del 6 de enero de 2021 en el Capitolio que tanto se parecieron a una intentona golpista y con la derrota, la víspera en el Senado, de su reforma electoral que tan malos augurios sugiere para las elecciones midterm de noviembre, comparecía ese día, el jueves pasado, ante la prensa. Y lo dijo: “espero que Putin sea consciente de que se encuentra no muy lejos de una guerra nuclear”. “Putin quiere probar a Occidente y pagará por ello un precio que le hará arrepentirse de lo que ha hecho”.
En Moscú, en el programa Bolshaya Igrá (El gran juego) del primer canal de televisión, su presentador, Viacheslav Tíjonov, nieto de Mólotov, el ministro de exteriores de Stalin, comenta el asunto diciendo: “es la primera vez en sesenta años que un presidente amenaza con una guerra nuclear”. Se refiere, claro está, a la URSS y al 1962 cubano. “En 1962 el arsenal nuclear de Estados Unidos era diecisiete veces mayor que el soviético, ahora tenemos paridad” , observa con jactancia. A su lado está el General Vladímir Shamanov, famoso por un par de sonadas matanzas en Chechenia. ¿Qué va a hacer militarmente Moscú?, se le pregunta. “La experiencia adquirida en Siria y otros lugares, y la tecnología que dispone, permite a Rusia realizar acciones militares múltiples sin meter en Ucrania ningún tanque, utilizando recursos de las fuerzas aéreas y espaciales que resuelvan la situación en profundidad”, dice. Una clara sugerencia de esos “golpes quirúrjicos” con misiles de precisión que los americanos practican con tanta frecuencia. “Vamos a actuar como los americanos” , anunció Putin no hace mucho.
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